13.6.10

NOCTURNOS

Si diviso una nube

debo emprender el vuelo…

Oliverio Girondo


Solíamos andar de noche,

como manada de lobos esteparios buscando tierras nuevas.

La ciudad nunca fue nuestra,

la rechazamos antes de convertirnos en piedra.

Así buscábamos un piso ajeno al concreto

en donde sí pudiéramos sembrarnos

al menos hasta los tobillos.


Somos de la tierra, de las olas,

hijos del maíz y el tinto,

bohemios rancheros,

poetas del mariachi y el danzón,

brindamos con cerveza sin limón

y cada noche es nuestra última cena.

Cuando una ola se aleja nosotros la traemos de vuelta

y si una gaviota vuela bajo volamos con ella.

La espuma del mar se nos adhiere a la sangre,

somos de la arena y nos lleva el viento.


Éramos nómadas de todo lugar abarrotado,

huíamos también de nosotros mismos,

intentando encontrarnos en nosotros mismos.

El cuerpo era la única tierra firme,

donde nos sentíamos, nos tocábamos, nos besábamos

como ciegos tratando de armar el mundo

como niños naciendo a cada instante

llevándonos piedras a la boca, corcholatas

y uno que otro labio.


Con el tiempo las noches se expandieron,

quitándole horas al día.

Poco a poco el sol se transformó,

daba la misma luz e igual nos quemaba las espaldas,

nunca pudimos verlo a los ojos,

ni taparlo con un dedo; pero cambió

hasta convertirse en luna:

Sólo nosotros lo sabíamos.

5.6.10

Sonata Gitana

Mis pasos se abalanzan sobre mí
me rebasan
dejándome atrás.
Pam. Pam. Pam. Pam.

Soy piedra y me desmorono
soy edificio sin cimientos
soy agua sin aire
tierra sin sol.

Las luces de la ciudad
me dan la espalda,
y el sonido, único ritmo vacío
que llena la noche,
son mis pies
desafiando al asfalto.
Pam. Pam. Pam. Pam.

Benditas las palabras fugaces
las danzas lejanas
de aquellos rituales gitanos
taciturnos e incendiarios.

Benditos los cantos de cuerdas
el vaivén del respiro
el recuerdo de velas
el humo y el vino.

Pam. Pam. Pam. Pam.

Ahora camino de noche
por una ciudad hambrienta
que devora sin tregua.
Pero mis pasos llevan la huella
de aquellos rituales gitanos
de noches secretas
y bailes extraños.
Pam. Pam. Pam. Pam.

24.3.10

La Vírgen María y Jesús ensangrentado a sus pies. El apóstol Juan al costado.


Nunca me he considerado un artista de técnica, ni siquiera de fórmula; los trazos correctos y limpios se me escapan, las palabras exactas generalmente vienen sustituidas por una sobreexplotación de adjetivos, la coordinación musical ni se diga, vamos ¿cómo carajos puede uno tocar y cantar al mismo tiempo? Creo que he aceptado, casi caprichosamente, estos hechos. Sin embargo hay algo en mí que me sigue empujando, como una suerte de necesidad primera, a crear formas de arte, o al menos encontrarlas en construcciones aleatorias, despojos del paso violento por mi mundo inmediato. Arte chatarra.

Recién terminé de darme una ducha; mi baño es pequeño, costras de moho en las coyunturas que se hacen exponencialmente más grandes cada día y resquicios de jabón y pasta de dientes en el lavabo son lo más cercano a algún elemento acogedor ahí. Aun así, la pared blanca frente a mí resulta un excelente lienzo para la serie en la que estoy trabajando desde hace unos meses ya. Debo decir que mi cabello es largo y por lo tanto se desprende en cantidades masivas; como yo lo veo, es una pena dejar que todo ese cabello se pierda en el desagüe, así que comencé a utilizarlo como equivalente de trazos pincelados, después de todo la fineza del grosor del cabello es difícilmente imitada por el lápiz sin que el pulso de la mano entre en juego. Cada vez que me ducho rescato la maraña que cae de mi cabeza y le doy forma en el azulejo frente a mí. La idea es simple: yo no puedo tener ninguna preconcepción de lo que quiero que sea la imagen final, mi única labor es la de intermediario entre el cabello mojado y su lienzo. Cuando termino de ducharme ha surgido una imagen vaporosa y húmeda que me sorprende cada vez. Una fiesta de cóctel de los cincuentas, una pareja bailando tango, un harem a punto de reventar, o el rostro doloroso de una mujer que no puede ocultar su desnudez. Antes de que el cabello se seque y caiga al suelo le tomo una fotografía y lo agrego a mi colección.

Sí, mi arte es simple, accidentado y de casualidad, pero me gusta.


2.3.10

Estética de la Travesura # 1

Algunas gracias están en repetir el estereotipo, mantenerse con lo que funciona, ¿por qué innovar? Si toda invención acarrea sus riesgos y en estas situaciones particularmente traviesas el riesgo puede ser catastrófico, pues el niño que falla en la ejecución de su travesura se convierte ineluctablemente en víctima directa de ésta. Por eso a veces es mejor ir a la segura y triunfar en la repetición.

El niño camina escurridizo entre sus demás compañeros –que juegan en el parque o, mejor, en el patio de recreo-, furtivo y quizá más lento de lo normal, piénsese en puntillas y con la cabeza gacha. Sus ojos muestran alerta, mas su boca delata una sonrisa. Encuentra su objetivo, aunque siempre supo a quién buscaba, quizá otro niño más pequeño que él, de andar solitario e intenciones ingenuas; el travieso, en cambio, mantiene a la expectativa al resto de su grupo que ahora lo miran con embelesamiento. Un héroe sin villano.

El encanto del travieso está en la candidez de la totalidad de sus movimientos. Se acerca por detrás (siempre por detrás) y justo antes de dar el coup de grâce, se asegura que ahora sí todos los ojos estén en él, lo corrobora con una sonrisa de aprobación, indicadora de seguir adelante. La pobre víctima nunca lo vio venir, ahora tiene los pantalones bajados hasta los tobillos, su cara, si bien más arrebolada, permanece ingenua y su andar, sobra decirlo, solitario. Nadie se preocupa por los motivos de la obra pues todo fue ejecutado a la perfección. Si la risa es el alimento del alma, la burla es su droga; así, mientras todos se burlen no existe un acto moral, sino puramente estético. Todo objeto de burla es bello en sí mismo durante el periodo de su duración. Alegría incuestionable hasta que la travesura termina, se diluyen las imágenes y se muestra entonces a un niño del que tal vez alguno que otro burlón comience a sentir lástima.

La Nostalgia y el Olvido



La violencia y el aullido.
La cadencia y el gemido.
La carencia y el mendigo.
La tendencia y el respiro.
La impotencia y el sonido.
La incongruencia y el vestigio.
La apariencia y el sentido.
La distancia y el suspiro.
La constancia y el zumbido.
La venganza y el destino.
La esperanza y el fallido.
La torpeza y el fluido.
La franqueza y el oído.
La flaqueza y el despido.
La maleza y el descuido.
La pereza y el hastío.
La nostalgia y el olvido.

25.1.10

(H)ojeadas

Me entró la duda hace poco y no he podido resolverla.
¿Se escribe ojeada haciendo referencia a los ojos u hojeada por las hojas?
Respuesta que define, en último término, si lleva una Hache al inicio o no. Esta es una diferencia que, aunque parezca simple, no lo es en absoluto. Si se apuesta por la ojeada, la actividad se centra en los ojos y así, se le puede echar una ojeada prácticamente a cualquier cosa: ojear un libro, ojear una película, ojear la piel. Pero si se habla de hojeada, acaso la actividad se reduce sólo a materiales compuestos por hojas: libros, periódicos, material electrónico incluso; esto es, a menos que se le quiera poner hojas a una sonrisa que va convirtiéndose en llanto, a un beso o concatenación de besos, ¿hojear un árbol?
Parece que la Hache no es muda, es caprichosa. Y a mí no me molesta en lo absoluto que quiera aparecer y desaparecer cuando se le antoje.

21.1.10

Joanna Newsom

Hace tiempo ya que un hada se sentó en el borde de mi oreja,
ella construyó ahí su casa; yo, por mi parte, le hice un altar.
Todos los días me cantaba, suave, con su voz de niña,
todos los días yo susurraba su música al unísono.
Incluso por las noches...
Incluso caminando por la calle...
Incluso sentado en el tren...
Incluso mientras hablaba con la gente...
Incluso cuando escuchaba otra música...
Incluso haciendo el amor...
Incluso cuando ya no quería escucharla...
No sé cuántos días lleva ella en mi oreja,
quién sabe qué espera, o qué quiere
pero ahí sigue, cantando la misma canción.
Tal vez nunca llegó, tal vez nunca estuvo.

28.12.09

PUTA

El llanto desnudo,
honesto.
Su cabello esconde secretos
en olores,
de otros sexos antes del mío.
Sus ojos...
sus ojos...
Los ojos revelan la tristeza
que su boca no se permite pronunciar.
Yo la sueño a ella,
soñando a otros
y todos giramos,
giramos a su alrededor.
Dicen que la llaman puta.
Mi puta.

24.12.09

Tu silencio abarca todo lugar donde te imagino


Si se pretendiese cosificar al silencio, dándole propiedades concretas y casi palpables, como una manzana o los avioncitos armables de hule espuma que Jaime solía comprar fuera de la escuela, para después dejarlos volar desde la azotea de su edificio de doce vidas, aviones que nunca se preocupaba por ver en dónde aterrizarían; uno podría decir sin remordimiento: qué cosa tan complicada es el silencio. Pero cada paso, balanceándose por la vía del tren, le reafirma que eso definido pobremente como la ausencia de sonido, va más allá de una manzana o un avioncito de hule espuma perdido en un vuelo eterno desde una treceava vida.
El espacio entre dos cuerpos deseosos de tocarse. Pero Jaime se balancea con un aire que se le antoja fatalista. El espacio entre dos cuerpos deseosos de tocarse que nunca llegarán a hacerlo. Un paso firme y bien pisado frente al anterior. De un cuerpo deseando tocar a otro que nunca querrá hacerlo. Los brazos abiertos como alas tambaleantes. Un cuerpo arrojado al total oscuro, extendiendo las manos sin saber a qué, sabiendo que ese qué no existe. Cae del riel. En silencio piensa: qué... complicado es el silencio.
La soga, otro buen ejemplo. Si la Real Academia se dejara de pendejadas y en realidad quisiera definirlo, la soga debería definitivamente estar ahí, y los cuerpos distantes, las arañas en los oídos y en el pecho seguro también. Ya lo veo: silencio (Del lat. Silentium): Obsesión que presiona el cráneo en un dolor de derrota e ignorancia sobre la causa del mismo, dando pie a todo tipo de suposiciones. El silencio exponencial, todo calla cuando termina, así de golpe, paf! y ya no hay nada. Véase también: arañas en los oídos y en el pecho. Ahora, si a esas vamos todas las palabras deberían redefinirse, dándoles el lugar que se han ganado. El diccionario: poema interminable.
Le gusta esa última idea; merece, al menos, un cigarro.
Hay algo en las personas melancólicas que revela su tristeza en actos más sutiles que un burdo llanto o una cara de vela derretida, una característica de inmersión en todo el uno mismo a quien precisamente se quiere evitar, el yo doliente y nostálgico, ese yo arrojado -siempre arrojado- a un cuarto de espejos opacos, en donde no se sabe si es el reflejo quien se esconde de la persona frente de éste o viceversa. Jaime saca un cigarro, pero no lo enciende. Lo sostiene apenas con la punta de sus dedos y lentamente lo gira, lo observa. ¿Me darás tú algo de sosiego? Pero el cigarro calla. Mierda, ahora ya no te quiero. ¿Por qué es necesario destruirte para que puedas llegar a ser lo que un cigarro supone? Es aún más violento, te incinero despacio, y mientras yo me voy llenando tú desapareces. Triste vida de un cigarro. Ah, que más da. Aún no hay respuesta. Enciende un cerillo y quema el tabaco. El humo sale lento, le envuelve el rostro. En la oscuridad, el tabaco encendido es el único reconocimiento de la presencia de Jaime en las vías.
Siempre has sido un loco. Jaime se vuelve, ella viene llegando detrás, también balanceándose por el riel [...]
Llegan hasta el puente sin caer del riel. El río lleva pedazos de luna en cada ola, reflejándose en sus pupilas que reflejan a uno frente al otro. Todos somos olas. ¿Qué dices, Jaime? Nada, que somos olas, no importa. Se sientan en el borde de ese puente viejo.
Sabes, nunca entendí por qué callaste. No lo hagas, Jaime. Y se acerca, cálida, a besarlo, sonríe, quiere que él lo haga también. Eras tan real, podía delinearte, mirarte, seguro de una respuesta, cualquier gesto me reafirmaba: aquí estamos. Desliza sus manos desde las mejillas hasta los nudillos de Jaime; un escalofrío lo hace separarlas. No, Jaime, no lo... Pero todo iba mejorando, tú me lo decías, ya te quiero me decías, ahora sí ya te quiero. Ella muerde sus labios, desentierra una aguja del suelo y lo mira con todo el peso de un fracaso. No, Julieta, tu silencio me arrolló, me dejó comatoso, quería odiarte. Lo escucha con la mirada gacha mientras intenta atinar un hilo en el hoyo de la aguja. Tu silencio abarcó todo lugar, como un plasma denso, y yo sólo batallando por moverme entre todas esas palabras no dichas, esas jodidas ausencias. Finalmente, atina introducir el hilo. No me podía mover. Estira la hebra al tiempo que eleva la aguja a la altura de su boca. Hasta en mi pinche cabeza, silencio. Jaime, con los ojos queriendo ahogarse en el agua. Ni siquiera dijiste adiós. Cuando vuelve la vista, Julieta ya ha comenzado. El primer piquete se introduce por el labio inferior, cuesta trabajo, la piel se estira hasta ponerse blanca, luego como un globo se contrae y la aguja pasa por completo. Los demás son más fáciles, como romper la tensión del agua. No, espera, todavía no. Pero ella ya no habla, en cada perforación aprieta los labios y los ojos, dejando salir algunas lágrimas y gotas de sangre. Jaime también llora. Julieta calidoscópica. Luego seca sus ojos para verla bien. ¡Todavía no chingado, no he terminado! Hilos de sangre escurren por su cuello, Jaime procura limpiarlos pero ella retrocede, ha terminado. Regresan los bichos en el pecho, presionando por dentro y robándose su aire. El sabe que no logrará nada más, al menos no esta vez. Le ata la soga alrededor, como una serpiente gentil sube hasta sus hombros donde descansa su extremo en un nudo. Julieta sonríe hasta donde le permite el tejido. Aborrece el bordado en punto de cruz, pues concede menos elongación a la boca. La besa sobre las cruces y se levanta. Parado sobre el riel, balancéandose de nuevo, escucha un golpe en el agua. ¿Habría sido más alto que las doce vidas de su edificio? De cualquier manera no se preocupa por ver en dónde aterriza el avioncito. Luego, silencio.
Manteniendo el equilibrio, Jaime inhala el aire de toda la Tierra, quiere ser uno, quiere ser múltiple. Algún día, algún día volverás a hablar. Julieta la muda, pinche Julieta, la que no dijo adiós. Y se queda ahí parado, esperando enraizarse como la maleza que lo rodea. Quizás hoy escuchará al rugido del tren desplazando el silencio; cada segundo más cerca, más ensordecedor y menos silencio; sin luz frontal, sin humo expulsado, sólo el grito de la máquina y la ausencia de silencio; el tren acercándose, Jaime parado y después, nada, silencio.

21.12.09

Noches en fuga (fragmento)

Era claro que mi habitación nunca fue intencionada para serla. Si acaso nuestro departamento era antes parte de un piso más grande, dividido en dos espacios para sacarle el mayor provecho. La ciudad empaqueta a su gente como zapatos en estanterías, doceneras de huevos, archivos médicos –psiquiátricos ¿quién me dices que soy? ¡Estándarizame ciudad ojete!– y sólo queda romperse o formarse tomando distancia.
Así, vivíamos completamente separados de nuestros vecinos por una pared de tabla roca que bien pudo haber sido un trozo de papel. Yo medía su espesor golpeándola con mi puño: dos centímetros, un centímetro, un milímetro y si hubiera presionado con mi dedo seguramente la atravesaría y le picaría el ojo a quien estuviera del otro lado. Llegué a conocer a mis vecinos sin que ellos lo supieran, me convertí en un voyeur ciego de oídos atentos a todo lo que pasaba en el cuarto contiguo al mío; las peleas sobre el dinero de la casa y los horarios de televisión; conversaciones sin relevancia que me mantenían interesado hasta el último momento cuando ya todo estaba dicho sobre un tema del cual se podría decir cualquier cosa y no llegar a nada. Pero lo mejor pasaba por las noches, cuando la ciudad es más silenciosa y se escucha hasta el movimiento de las sábanas. Por las noches aquellos seres incorpóreos, –puro sonido– subían el ritmo, ensayaban la cadencia; toda palabra era ausente mientras yo inmóvil del otro lado sostenía la respiración, en completa espera. Ya circulaban por la cama, por la piel; ya se rozaban con los dedos el sexo, la punta de sus dedos, mis dedos; ya aspiraban todo el aire húmedo del otro y lo sostenían; el labio mordido, las manos entrelazadas y mis pies arqueados; ya gemían, ellos los que procuraban ser callados, cada vez más bajo, más cerca de mí y gemía el colchón y gemía la pared en donde apoyaban alguna mano y gemían sus pelvis chocando y el sudor entre ellos; gemía yo, ahí junto a ellos y nos veníamos los tres juntos para después dormir satisfechos.

Por hoy

Por hoy
eres
niña
noche
de mis
sueños.
Luego
no sé
tal vez
horror
muerte
de mi
alma
beso
agrio
cuerpo
sin el
sabor
de un
cuerpo
asco
en la
cama
humo
denso
poros
sucios
mujer
de piel
muda
basta.
Por hoy
eres
todo
niña
frágil.
Por hoy
mi vida
frágil.

Noches en fuga (fragmento)

Hacíamos el amor con las mismas canciones con las que horas atrás llorabas mis faltas, mis ausencias; bajo llave, tu cuarto se volvía hermético y deseabas emprender el viaje, y olvidarme.
Pero después yo llegaba, te tocaba y recorría tu cuerpo, te penetraba. Ahora sé que estabas aún más inmersa en tu solipsismo, tus ojos cerrados más ausentes, cada vez más lejos de mí y el puente que yo quería quemar pero no lo permitías eran esas canciones irremediablemente tristes, Nuestros orgasmos caían en un vacío que nunca terminaría por llenarse y se perdían en la repetición.

A los maniquíes de Zara se les ven las tetas

A los maniquíes de Zara se les ven las tetas,
no son ni muy grandes ni muy chicas,
ni muy caídas ni muy firmes,
ni muy redondas ni muy picudas.

Los maniquíes están sin pena,
con una mano al aire y la otra en la cintura,
el mentón levantado y sus ojos lisos llenos de confianza.

Me paro frente a ellos y observo sus figuras,
ni muy gordas ni muy flacas,
ni muy altas ni muy chaparras,
ni muy viejas ni muy jóvenes.

Un niño se me acerca y se detiene,
¿Qué ves? me pregunta.
Yo le respondo que las tetas.
Él ríe y sale corriendo, pero me dejó curiosidad,
entonces me acerco y las toco,
con las dos manos.
No se sienten como tetas.
Qué raro.

Una empleada llega rápidamente
y empieza a ponerles camisas a todas.
Ella me mira indignada,
como en nombre de los maniquíes que no pueden hacerlo.
Yo me disculpo, pero no sé con quién.

18.12.09

Las arañas (de Pizarnik y Girondo)

I
No hay luz de velas
(mi alba y mi crepúsculo no existen)
Soy yo, sólo yo concreto bajo el foco
(y yo, temeroso sin sombra no existo)
La noche rechaza la oscuridad
(la luz automática quema mis dedos)
Si hablamos de guerra y todos morimos
(el fuego, triste fuego azul me rodea)
Si hablamos de paz y aún así morimos
(y en cenizas me toco, no existo).

II
-¿Quién está ahí?
Sus gritos me asustan
ello está cerca, lo siento en mi oreja
rasgando mi pensamiento
en espasmos agudos
en tristezas inmediatas
que recuerdo como mías.
-Ricardo- me dice, lo pienso –Ricardo.
Vuelvo la vista y mi nombre,
cierro los ojos, grita.
Grito yo, grita ello dentro de mí
y la certeza de llamarme así
nunca fue tan temida.
-Ricardo- le digo, lo piensa –Ricardo.

III
El humo, digo la forma externa del humo
incapaz de dominar al cuerpo
que lo ha expulsado
así como el recuerdo de un sueño
nunca podrá serlo de nuevo.
Yo no soy ese humo.

IV
¡Sal de ahí, Ricardo! ¡sal de ahí!
Baila tu cabeza expectorada hacia sí misma
te busca, te encuentra, te nombra
-soy yo- respondes, luego te escuchas
y lo sabes: no podrías ser tú.
Nada es, todo se imagina
y se prevé el desastre
del día que te ha perdido
entre rostros inmensamente lejos
dolorosos dolor rostros ajenos.
Tus ojos devienen barras de acero
inquebrantables
de la luz que todo lo abarca
de la noche que se va perdiendo.
Ya no puedes escribir a oscuras.
El poeta se quema
bajo el fuego
huyendo de la luz del fuego
por más que inventes llamas vacías
en negativo
el poeta ha muerto
lo incineraron los ojos del mundo.

Ya todos tienen Blog

¿Y por qué yo no?
Qué prudencia de mantenerse anónimo
qué prisa por arrojarse a lo público
a lo infinitamente público
(en teoría).
Qué necesidad de la gente
por hacer contacto con la gente
anónima también, detrás de su pantalla.

Según las estadísticas de Blogspot
existen 96,467,135 blogs actualmente
de los cuales tres cuartos abordan temáticas
de reflexiones personales
como el "querido diario"
de Doogie Howser, M.D.

Según las mismas estadísticas
el usuario promedio pasa
4.82 minutos en cada blog
más que suficiente
para no verlo de nuevo.

Yo los exhorto
a durar 4.83